El hecho de interactuar físicamente con alguien, solo para satisfacer necesidades básicas de placer, o para el alivio de alguna pulsión, representa la más baja de todas las posibilidades de interrelación, para el ser humano.
Aunque la sexualidad le pertenece a todos los seres encarnados, la `relación sexual` únicamente le pertenece al Hombre. Y no es solo la respuesta biológica que tiene como objeto poblar la tierra. Va más allá de la generación azarosa de una descendencia que nos enorgullezca, o herede nuestros genes y pertenencias.
El acto sexual con una única finalidad carnal, es un contrato social que reproduce condiciones de esclavitud, contra las que la humanidad lucha. Si adicionalmente el otro(a) solo sirve de estímulo pornográfico, las posibilidades de ir más allá de un pobre orgasmo repetido no son muchas
El orgasmo masculino es cada vez más una pobre muerte anticipada que no varía en demasía y, aunque el orgasmo femenino puede ser siempre diferente, frecuentemente se vuelve un ejercicio solitario poco consolador, o referido a compañeros de gimnasio, si acaso. De ahí el interés por los juguetes sexuales, los experimentos de dominación y sometimiento y las alternativas que ofrecen la promiscuidad y el sexo ocasional.
La diferencia entre un encuentro carnal y otro de naturaleza emocional, estriba en que en el primero la responsabilidad por el otro(a) es nula, el compromiso con su bienestar a niveles diferentes que el disfrute físico se obvia, y la posibilidad de compartir el desarrollo de la persona como resultado de la entrega mutua se desperdicia.
En la segunda opción, la relación posibilita mucho más que el alivio de las demandas instintivas del organismo. Un organismo responde a exigencias internas, en busca de un equilibrio que no involucra a la consciencia.
En cambio, dos seres humanos que intiman, que se reconocen profundos, y que bucean en sus más oscuros recodos, descubren que su unión les provee múltiples beneficios y sorprendentes revelaciones:
– La salud física y mental prospera, con el sentimiento de responsabilidad mutua que la pareja desarrolla, alimenta y protege en cada encuentro.
– El progreso material y el espiritual ‘se toman de las manos’ y proveen el dividendo de una inversión, inteligente, de la energía o capital sexual, disponible en cada uno de los contrayentes.
¿Y él y ella, qué contraen? Responsabilidad. Responsabilidad Emocional©. Si más individuos buscaran el tesoro escondido tras la vocación de elevarse a lo más sublime que su compañero(a) representa, más comunidades se interesarían por proveer a los jóvenes nuevos ritos, que actualizaran los antiguos mitos de transformación personal.
Así se renovaría el sentido trascendente involucrado en la relación amorosa, por medio del que se reciben las bendiciones que todo acto sagrado otorga.
Las personas, más que las parejas, son susceptibles a la adicción que el placer virtual genera. Sin el componente emocional, la reunión de los cuerpos para obtener de ellos resultados limitados, se convierte en un círculo vicioso, agradable pero costoso.
El capital sexual es el único capital con el que contamos. La energía que se materializa nos provee de todo lo que en el entorno observamos: hijos, cultura, industria o vida espiritual.
Con la sapiente utilización del capital disponible, podemos alcanzar niveles insospechados de desarrollo. Y es este desarrollo individual en pareja, el que moviliza el potencial único de cada quien, en busca de la descendencia espiritual.
La relación emocional de la pareja que incluye una recíproca mirada, nos permite ahondar en el Misterio y nos remite a territorios que lindan con lo espiritual.
Si alguien quiere disfrutar de su sexualidad –de su capital sexual-, sin pagar dividendos, y quedarse por fuera de la responsabilidad emocional que implica una relación con otro adulto, vaya y venga. Pero ese alguien también podría animarse a explorar –individualmente-, su vida interior: así descubrirá su conexión con el Misterio, y con la promesa de alcanzar el siguiente nivel, en su camino hacia la realización arquetípica.
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