El ser libre difiere de tener libertad, en tanto existen muchas variables en su mayoría internas y propias ser humano que se van tornando como el palo en la rueda y hace que por inercia optemos por elecciones que muy lejos de brindarnos libertad, nos coartan y dejan atascados en situaciones, la mayoría de las veces creadas por nosotros mismos presentando una marcada tendencia a culpar al mundo, a los demás, al jefe, al vecino, etc, etc.
En este orden de ideas es importante hacer un breve recorrido a manera de reflexión, por algunas de ellas, que si se miran desprevenidamente pareciese que no tienen relación con el poder y la libertad interior, sin embargo la relación es bien estrecha y de una alta y permanente interacción.
Iniciemos por un principio de consistencia que permite el diseño y construcción de nuestra propia existencia, ya que no es lo que hacemos de vez en cuando lo que la moldea, porque el ritmo y la repetición son indispensables para el generar hábitos de comportamiento adecuados que fundamenten la confiabilidad. Esto hace que nuestro jefe no tenga que preguntarnos: ¿Se puede contar contigo para la entrega del informe en dos semanas’ ¿No se te olvida?…..Nuestro poder y libertad interior implica mirar a dónde pisamos, que es lo que hacemos, de qué hablamos, a qué nos comprometemos, porque el cumplir los compromisos consistentemente proporciona paz y libertad interior. La vida no sucede por aquello que hacemos de vez en cuando.
Otro elemento es nuestra grandeza que no siempre tenemos presentes, porque somos más grandes que nuestras dificultades, y si así lo decidimos, también de nuestras pasiones, tendencias y emociones negativas. No podemos hablar de libertad y poder interior si no podemos salir de emociones que nos aplastan, si no entendemos que somos ricos en emociones, pero las hacemos a un lado y dejamos que la vida nos suceda y permanecemos en modo reacción, en vez de optar por una vida por diseño.
De ahí la importancia de hacer una apropiada gestión de nuestros estados interiores y de nuestras emociones, y centrarnos en las positivas, que son las que construyen y al evocarlas podemos ejercer la libertad interior sin que nos dejemos sacar del centro con facilidad. Tenemos la libertad de cambiar nuestros estados emocionales con facilidad, si nos ejercitamos para ello. Pero si ante todo, solo nos enojamos, significa que tenemos muy poco repertorio de reacción (solo tenemos una manera de reaccionar y es con rabia), que estamos condicionados por el mal genio y ahí tenemos poco albedrío porque solo reaccionamos de una manera: con furia, habiendo un gran abanico de posibilidades emocionales, si estamos en conexión con nuestro ser, porque la felicidad y la alegría son estados a los cuales llegamos voluntariamente. La libertad emocional es opcional, y cada quien tiene potestad para elegirla, o para permanecer en la miseria emocional.
Esto implica estar atentos para no permitir que una emoción negativa permanezca mucho tiempo con nosotros, el gestionar las emociones nos permite, sin perder control expresar la emoción asociada. La idea es que lo que estemos viviendo, no nos paralice, teniendo presente que no nos duele lo que pasó, nos duele lo que pensamos e interpretamos de lo que pasó.
La pregunta podría ser entonces: ¿Qué puede haber sucedido que podamos cambiar? Podemos cambiar las emociones asociadas a lo que pasó. No hay situación humana en la que la responsabilidad sea 100% de una sola persona. El entenderlo y asumirlo como tal, nos hace libres porque lo que queda es hacerse cargo de lo que corresponde para generar acciones sanadoras, con el pensamiento centrado en estas preguntas: ¿Qué hay de lo que ha pasado, te ha servido a ti para fortalecerte y llevarte a donde estás en este momento? ¿Qué hace que tu piel sea un poco más fuerte? Este cambio de perspectiva genera sentimientos de gratitud, lo cual es una excelente manera de traer al presente, emociones positivas y satisfactorias, al reconocer que en cada situación hay perfección.
Por otro lado está lo relacionado con los límites para sí mismo y para los demás, el instaurar y respetarlos generan libertad, en tanto nos ayudan a excesos innecesarios, a no ceder o pasar por encima de nosotros mismos por satisfacer a otros, generando con esto sentimientos y emociones negativas que atentan contra nuestra paz y libertad interior.
Este breve y no agotado recorrido de lo que contribuye con el sentirse libre, nos lleva a pensar las cadenas que podemos tener en nuestra mente y memoria como temores, culpas, malos hábitos, soberbias, entre muchas otras, siendo algunas transmitidas de generación en generación, convirtiéndose en cadenas, que parecieran venir como una modificación de nuestro ADN.
Sin embargo hay una excelente noticia y es que toda cadena puede ser rota en cualquier momento y el primer camino para lograrlo es que la rompas en ti. Esa libertad y poder interior requiere que busquemos y encontremos en nuestro corazón, la fuente de nuestra fortaleza interior, y que ejercitemos en el día a día la capacidad de elegir ser felices, porque son atributos y experiencias que necesitan ser fortalecidas, entrenadas y protegidas porque pueden perderse en un instante si no les hemos construido bases sólidas.
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