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Del ser para el Hacer

Esta es una invitación a pensar en la importancia de trabajar primero el ser como base fundamental del Saber, del Hacer y del Tener, como una consecuencia de las anteriores, esta secuencia pareciera lógica en la vida del ser humano, pero lamentablemente la realidad dista mucho de esto en un alto porcentaje de casos.

A manera de ilustración surge la pregunta: ¿Te has encontrado con algún compañero de colegio que era inteligente, brillante y de los mejores estudiantes en bachillerato y luego de 20 o quizás 30 años, te los encuentras con una vida sin norte, con desarraigo familiar, laboralmente fracasado, socialmente aislado, intelectualmente estancados, con un discurso victimizado, lastimero y una autoestima notablemente resquebrajada?

Ante un encuentro de estos surgen preguntas que pueden llevarnos a tener indicios de varias hipótesis posibles:

  1. Un alto enfoque en el disfrute de esas victorias tempranas que pudieron obnubilar la razón, dando rienda suelta a emociones e instintos que desenfrenaron su vida.
  2. Ausencia de metas que lo llevaran a forjarse de manera integral, un futuro promisorio.
  3. Dificultad para crear, sostener y desarrollar relaciones a largo plazo, que contribuyeran con su trasegar por la vida.
  4. No hacer un alto en el camino para pensarse, tomar acciones que posibiliten asumir las riendas de su vida.
  5. Poca introspección para autoanalizarse y darse cuenta de los puntos de quiebre identificando causas que pueda corregir oportunamente para reorientar su vida.

Estas, entre muchas otras hipótesis que pueden quedarse por fuera en este acercamiento, dejan ver como el saber solamente, no es suficiente para impactar una vida de manera integral, es decir en la parte personal, social, familiar, laboral, desde el hacer y el tener.

Es así que al volver sobre la ecuación inicial, retomamos el SER, como pilar de vida, ya que solo en la medida que haya un conocimiento del sí mismo, de las fortalezas, oportunidades de mejora, de los valores y principios que rigen la vida propia, se tendrá la claridad de saber que es negociable y qué no lo es, para con base en ello direccionar las decisiones.

Así mismo, identificar el nivel de inteligencia emocional, que va a permitir el autocontrol de las emociones, saber identificar también en el otro de manera temprana sus emociones, de saber colocarnos en los zapatos del otro, humaniza las relaciones, la interacción y lleva a no hacerle a nadie aquello que no nos gustaría que nos hicieran.

De otro lado, la dimensión espiritual que no es propiamente la religión se convierte en el mayor tesoro, en la medida que, al encontrarse con la esencia y la luz interior, descubriremos la fuente inagotable de energía y posibilidades a nuestro favor.  Y es así como alineados con ello, desarrollamos la resiliencia, entendiendo que nuestros recursos internos son inagotables y siempre tenemos la posibilidad de estar mejor, de ser una mejor versión cada día y por ende estaremos en capacidad de extraer lo positivo de las experiencias.

Concluyendo que nuestro comportamiento es el reflejo de lo que somos, es decir, si somos unas personas resentidas, nuestro lenguaje verbal y/o no verbal será negativo, cargado de dolor y por ende con tendencia a dañar al otro, lo que llevado al actuar puede inferirse con tintes de violencia, de invalidación por el otro, etc. , y así se genera una concatenación de asuntos no resueltos cuya raíz el otro no vé, pero si padece el comportamiento que de allí se deriva.

De ahí la importancia de trabajar el ser en todas sus dimensiones, para poder tener la humildad de abrirse al aprendizaje de la vida, y actuar en consecuencia con una clara misión de contribuir con los demás y con el mundo del cual hacemos parte activa.