Si te cuesta hacer lo que dijiste qué harías definitivamente no es por motivación, es por falta de disciplina.
Exponernos de forma rutinaria a situaciones difíciles e incomodas nos prepara para vivir la vida con mayor fuerza, determinación y disciplina, la motivación nos dice que cuando tengamos todas las condiciones entonces lo hacemos, la diciplina dice hay que hacerlo y punto.
La disciplina empieza cuando tienes claro un propósito, debes tener una razón para hacer lo que dijiste qué harías o dejar de hacer lo que no quieres seguir haciendo, esto sucede si tienes claro el objetivo a donde quieres llegar, pero teniendo muy claro que la clave siempre será salir de la pasividad, probar cosas nuevas y explorar experiencias que sean significativas para nosotros.
La acción suele ser el detonante y puesta en marcha de la disciplina, pues tener un objetivo tangible y razonable, acompañado de un plan bien elaborado no sirve de nada si no está acompañado de una acción, un paso a paso, así sea pequeño el avance, porque cada acción cotidiana nos lleva al objetivo, la disciplina parte de la consistencia y el compromiso diario, da igual si no estamos motivados, se debe poner en acción, lo hacemos y punto, así se genera el hábito, cada día debe haber progreso y hacer que las cosas pasen.
Indudablemente la disciplina también se complementa desde la fortaleza, ya que suele tornarse complejo cuando se evita lo incomodo o se busca el placer inmediato, cuando solo perseguimos esto se desdibuja la disciplina, debemos exponernos voluntariamente a situaciones difíciles, que la vida sea de alguna forma incomoda ya que evitar lo incomodo conduce a la mediocridad, de allí la importancia de nuestra fortaleza mental.
Cualquier logro significativo requiere de múltiples inconformidades, como por ejemplo coraje para enfrentarnos a lo desconocido, esfuerzo físico y mental, miedo al fracaso y desafíos inesperados, tal cual lo decía Marco Aurelio en su teoría de la disciplina, “si no somos capaces de sostener cierta incomodad, no hay logro ni tampoco crecimiento” y cual cierto es, porque evitar lo que nos resulta incómodo o molesto nos convierte en personas débiles que no sabemos tolerar una dificultad o afrontar el cambio.
Todos estamos enganchados a placeres transitorios que nos alejan de convertirnos en quien queremos llegar a ser, cuando decidimos conscientemente no caer en el placer momentáneo creamos una mente disciplinada con la convicción de que experimentaremos un resultado y objetivo mucho más elevado.
El propósito, la acción y la fortaleza son algunos de los pilares fundamentales para la diciplina, sin embargo, hay un último pilar que es el que nos centra y nos reorienta para hacernos cargo y es la autoevaluación y aceptación, se debe medir nuestro avance, autoevaluarnos para evidenciar las brechas y oportunidades a mejorar.
Saber identificar donde estamos siendo frágiles en las mínimas acciones diarias permite crear un espacio de reflexión y aceptación para corregirlo, pero debe empezar por la aceptación, cuando se victimiza se neutraliza el autodesarrollo, y cuando se torna complejo aceptarlo o autoevaluarse, se vuelve pertinente buscar retroalimentación de personas referentes de admiración, porque en sus principios estas tiene claro que se debe evitar para alcanzar una disciplina como habito permanente y sostenible además de ser un modelo a seguir. Información relacionada: https://www.youtube.com/watch?v=wQmcm9nR53E