En circunstancias adversas existen muchas posibilidades de reaccionar, tantas como el ser humano disponga como recurso en sus reacciones cognitivas, emocionales, comportamentales, las cuales se potencian a mayor exposición a la situación difícil.
Así las cosas, daremos una mirada al tiempo de confinamiento que como resultado de la pandemia que tenemos a nivel mundial, ha llevado a los gobiernos, tomar esta decisión como una de las medidas preventivas contra él.
Dicho confinamiento ya pasa de los 100 días, haciendo que debamos permanecer en casa las 24 horas del día, lo que incluye las horas destinadas al trabajo, el tiempo personal y familiar, transcurriendo día, tras día, sin posibilidades de otra interacción humana física, más que la de las personas con las cuales se convive.
Es entonces en esta convivencia al cien por ciento prolongada indefinidamente, que empiezan a surgir los pensamientos que no son desprevenidos sino alineados al diálogo interior que hemos construido con nosotros mismos en el tiempo, producto de la manera como percibimos las cosas.
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Por lo tanto, si el estilo de pensamiento que tenemos es catastrófico, solo podrá ser visto lo negativo de todas las situaciones cotidianas o extraordinarias, porque la lente con el que estamos mirando será de color negro, llevando esto a limitar la posibilidad de rescatar algo positivo y constructivo.
Agregado a esto, como son los pensamientos los que llevan a las emociones, entonces se empieza a generar un círculo peligroso, en la medida que estas serán a su vez negativas, llevando a incrementar la pesadumbre, la desesperanza y todo lo que significa percibir e interpretar el mundo de color negro.
Finalmente, con este equipaje se llega al comportamiento que en consecuencia será producto de los dos anteriores (pensamiento y emoción), llevando a producir otros efectos con ello, como son el conflicto intrapersonal o interpersonal, que incide de manera directa en la convivencia familiar, la relaciones laborales, la productividad personal y laboral, entre muchas otras.
Es aquí donde la resiliencia entendida desde la Psicología, como la capacidad que posee la persona para hacer frente a sus propios problemas, superar los obstáculos y no ceder a la presión, independientemente de la situación, mostrando adaptación y saliendo fortalecido de ella.
Se resalta entonces, la resiliencia como una gran capacidad que podemos tener y/o desarrollar las personas para asumir y aprender de aquellos que nos sucede, logrando en el tránsito por la situación desfavorable, desarrollar nuevas habilidades, adquirir destrezas, que harán que al final del día, seamos una mejor versión de nosotros mismos gracias al contacto permanente con la fuerza interior con la que estamos dotados por naturaleza.
Esto implica reconocer esa fuerza que habilita el positivismo que permite ver la botella medio llena y no medio vacía, la capacidad de extraer aprendizajes en medio de la adversidad, re-acomodarnos a nuevos entornos con la certeza que podemos hacerlo, que tenemos los recursos internos para sortear las situaciones y salir victoriosos y fortalecidos, con una mejor versión de sí mismo.
Sin embargo, la resiliencia hay que ejercitarla día a día hasta obtener el nivel de desarrollo deseado, para lo cual partiendo del autoconocimiento es importante hacerse cargo y tomar acciones que contribuyan con este propósito, siendo entre otras trabajar la gratitud día a día, llevando un registro diario de 5 o 10 situaciones sucedidas cada día, por las cuales agradecer.
Es un ejercicio simple con cuya práctica diaria, permite movilización hacia lo positivo de la vida, logrando entrenarnos hacia ello, y además generar estado emocional de tranquilidad, que predispone a la gestión emocional asunto que reviste gran importancia, especialmente en esta época.
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