Toda la vida fui una enamorada del ambiente de oficina: disfrutaba mucho estar con mi papá en la empresa, jugada a la “oficinita” y cuando decidimos hacer empresa, le pusimos todo el amor para que fuera un espacio acogedor y muy especial para todos quienes hacemos parte de la misma.
Hace algún tiempo (varios meses antes del aislamiento obligatorio con COVID-19), decidí probar el trabajo remoto: entregué lo que era mi oficina, limpié mi escritorio y encontré que lo que me servía me cabía en una caja pequeña y me sobraba espacio; comprendí que estaba rodeada de cosas inútiles que realmente no necesitaba.
Trabajaba entonces desde cualquier lugar: desde mi casa, en cualquier café, centro comercial, donde los clientes, proveedores y desde la propia empresa, todos los espacios eran aptos para desarrollar mi trabajo; siempre en contacto con el equipo, y usando las herramientas tecnológicas. Obtenía el feedback de la percepción de ellos, de estar presente y no sentir la necesidad de la presencia física, lo cual me confirmaba que había tomado la decisión correcta.
Ahora comprendo que esa decisión era lo que la organización necesitaba para enfrentar de la mejor manera el trabajo en casa, al cual nos vimos obligados por el aislamiento producto del COVID 19, me preparó para liderar el cambio en la compañía, pues siendo la cabeza, si en mí no estaba la convicción, la confianza y el empoderamiento, las cosas difícilmente funcionarían para alguien más, lo que hizo más fácil la adaptación del equipo.
Si bien estaba bastante habituada a liderar y trabajar remoto, tengo que confesar que tenía cierta resistencia a trabajar todo el tiempo desde la casa, dadas las distracciones de las demás personas y la necesidad de estar en contacto presencial, con clientes y otras personas; sin embargo, me lleve una gran sorpresa dado el nivel efectividad la cercanía que también puede lograrse por otro medio.
Ahora agradezco profundamente no solo haber roto mis paradigmas, sino, tener la gran oportunidad de tener a mi hija cerca, trabajando en lo que más amo, en la empresa que decidí es parte importante en mi propósito: ¡el equilibrio perfecto!
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Esta grata experiencia del trabajo en casa ha sido un éxito gracias a mi esposo: generamos acuerdos y manera de organizarnos que nos convienen a todos, una hija que me sorprende con su inteligencia y capacidad de adaptación y un equipo en el que encontramos un apoyo invaluable. En conclusión, he logrado construir un equilibrio personal, familiar y laboral que me enorgullece.
He verificado y me llena de felicidad saber que este equilibrio que siento yo, lo sienten también las otras personas de la organización y que sus familias se ven beneficiadas, ya que cuentan con más tiempo en familia, que finalmente el equilibrio es posible.
Trabajar en casa es una bendición y a haber tomado la decisión de migrar al teletrabajo es de las mejores decisiones que he tomado en la vida.
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